Con amargura, recogió los pedacitos del cántaro…y se acercó al taller de cerámica más cercano. El señor, con una actitud amable, le prestó el material necesario para su reconstrucción. La lechera pasó seis horas uniendo con cuidado los trozos del cántaro. El artesano del taller estaba tan asombrado por la destreza de la lechera que, cuando vio el resultado, quiso comprárselo. Era el doble de lo que la pagarían por la leche, así que aceptó. Guardó sus monedas, y se dirigió a comprar dos docenas de huevos.
Ilustración por: Zahira Tomasi
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