Ella era maravillosa. Tenía un nosequé, que transmitía un quéseyo. Entre sus virtudes, estaba la de hacer reír. O llorar. O las dos cosas a la vez. Era extremadamente empática, se ponía en el lugar de quien estaba en cada momento a su lado, escuchándola. Se dejaba llevar por los virtuosos, reinventándose día tras día y demostrando que nada es estático. Se creaba y se transformaba, pero nunca se destruía. Es curioso, pero siempre tenía un SI entre sus palabras, no pudiendo decir lo mismo del desaparecido NO. Se dice, incluso, que tenía poderes curativos.
Su nombre, es Música.
Y es eterna.
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