La Luna, ya reluciente en el cielo, esperó con recelo a que los espectadores dejaran de observar cómo se ponía el sol, siempre protagonista de los últimos minutos del día. Oculto el rey, todos la miraban. Ella, orgullosa, decidió menguar. Si les recordaba que no siempre estaría ahí, la valorarían más. Tristemente.
Deja un comentario